lunes, 9 de marzo de 2015

Así me enamoré del cine

Me comprometí conmigo mismo a no publicar en el blog hasta que no encontrase algo que mereciese la pena. No quiero dedicarme solo a hacer críticas, pero odio redactar noticias, puesto que para eso están los miles de blogs y cuentas de twitter que difunden noticias sobre cine y series. Y hoy, después de ver La rosa púrpura del Cairo (1985), de Woody Allen, sentí la necesidad de escribir algo sobre cómo y porqué llegué a enfrascarme en el mundo del cine.

Como para la protagonista, Cecilia, las películas significaban un remanso de paz y tranquilidad para el estrés o el agotamiento del día a día. Obviamente yo con una vida bastante menos dura que la de una mujer en la Gran Depresión, pero no había nada mejor que llegar a casa, ponerme cómodo y disfrutar de dos horas de historia. La historia podría ser mejor o peor, pero siempre me servía para desconectar del mundo real y vivir la trama que Woody Allen, Quentin Tarantino o Steven Soderbergh me querían contar. Me rebanaba los sesos intentando descifrar porqué ocurría lo que ocurría y si podía haber un doble significado en cada escena. Esto acabó por ser una costumbre y cada vez procuraba ver más y más películas. Un día, comprendí que me encantaría ser capaz de hacer mis propias películas y que alguien en algún lugar del mundo captase lo que yo le estaba queriendo mostrar. Es un reto sumamente complicado y más en España, pero proponérmelo supuso que mi forma de ver el cine cambiase. Ya no solamente buscaba la trama y lo que había tras ella, si no porqué cada secuencia se rodaba de esta o aquella manera. Si alguien usaba un travelling o utilizaba un plano secuencia en una conversación, el director estaba poniendo su firma y por supuesto que esperaba que un plano secuencia diese mayor énfasis a la conversación que el plano-contraplano que está en el manual del director correcto. Yo quería crear historias tan mágicas como las de Woody Allen o tan chocantes como las de Tarantino. Quería ser recordado por películas espectaculares, pero claro, no todo es tan fácil.
Y como todo lo difícil, es atractivo...

Así, me enamoré del cine.

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